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Atea, agnóstica, no creyente, que si no lo veo no lo creo... Todo eso he sido hasta hace unas semanas.
Ana se puso enferma un día y puse velas, pedí a mis guías que la acompañasen y no la dejasen ir, llamé a mis ángeles, para que la curasen, pedí a los que sabían rezar que la salvasen...
Yo no podía dejar de llorar, y ella me decía que estuviese tranquila, que iba a luchar y que de esto no se iba a morir.
A Ana ya no le dan las fuerzas y ha empezado ha irse poco a poco, pero demasiado rápido para mi.
¡Cómo duele esto! ¡Cuánto te voy a echar de menos todos los días de mi vida!
...
Ana, ayer te pedí que no me dejases nunca, que cuando ya no estés seas mi guía, mi ángel, que me aconsejes en cada momento como lo has hecho siempre, que estés conmigo cuando estoy triste y también cuando esté contenta, que quiero sentir tu presencia todos los días de mi vida.
Ana acaba de irse... pero siempre estarás conmigo.
No puedo con este dolor...
Esta semana me he dedicado a sacar algunos de los muertos que tenía en mi armario y a volverles a la vida.
Hace tiempo que los mantenía encerrados en el armario de los malos recuerdos. Cada vez que mi cabeza, por insistente y por que algunas veces me gusta fustigarme, se acercaba a este armario, sentía el tufillo que emanaban estos viejos recuerdos. No olvido fácil , así que aunque el olor y el peso de los mismos a veces se volvía mareante, por nada del mundo quería enterrarlos. Ese era su castigo… y sin darme cuenta también el mío.
Esta semana he decidido sacar de este armario a dos muertos, uno por valiente y el otro por que hablaron en su defensa.
Y es que uno de los muertos pidió revisión de condena, ya que no entendía qué era lo que había hecho para recibir tal castigo… así que entre que yo le expliqué, y él se explicó, me di cuenta que había sido injusta y que había condenado a un inocente a mi armario de los malos recuerdos. Este mismo muerto, que debía ser abogado en su vida anterior, decidió también representar a su compañero condenado en el armario por la misma causa.
Y es que si he sido injusta, he sido injusta y he de reconocerlo. Así que lo reconozco, pido perdón y concedo la vuelta a la vida a estos dos condenados. Y sí, tendré que buscar una penitencia por haber condenado injustamente.
…
Lo curioso del tema es que todavía mantengo algunos muertos en este viejo armario, y cuando intento recordar el motivo por el que los metí allí… se me ha olvidado.
Voy a tener que revisar penas, por que me he dado cuenta que cuantos menos muertos tengo, más ligera y mejor me siento.
¿Habrá un sonido más odioso que el del despertador cuando suena a las mañanas y nos obliga a levantarnos para ir a trabajar?
De lunes a viernes sólo tengo pierna izquierda. Con esa es con la que me levanto cada día...
¡Merde!
¡¡¡Quiero una vida llena de sábados y domingos!!!!