MISS ESTADOS DE ÁNIMO: CHAPTER II - ¿GUARDAR UN SECRETO...?

Tranquila, yo no se lo diré a nadie...
pero mis amigas no lo sé...

MISS ESTADOS DE ÁNIMO: CHAPTER I - ¿POR QUÉ YO...?

Estoy chunga...
parece que todo lo malo sólo me pasa a mi. Y ¿por qué a mi?...
¿por qué yo...?

MISS REFLEXIONES: CHAPTER XVI - LA METADONA

Esto no es un caso de drogas al uso tradicional. Este es el caso de la dependencia emocional (y no de otras sustancias).


En esto de las emociones soy de las que prefieren estar montada en la montaña rusa a estar en coma, y creo que esto merece una explicación:


Cuando siento a tope, cuando soy feliz y esta sensación se me escapa por los ojos, por la piel, por todos los poros y las raíces capilares, estoy en la cumbre de la montaña. Esa visión desde la cumbre es lo que persigo todos los días de mi vida. Sé que esta sensación no es para siempre y que tarde o temprano llega la caída. Cuando ésta llega y en consecuencia soy la persona más infeliz del mundo, me deshago en llanto por las esquinas y siento un agujero hondo y oscuro dentro de mí. Esta sensación también se me escapa por los ojos, por la piel, por los poros y las raíces de mi pelo. Paso del grado superior de felicidad (∞) al grado superior en infelicidad (-∞)…


La situación comatosa es otra: no tienes grandes alegrías, pero tampoco grandes tristezas. No hace ni frío ni calor… “Cero grados”, diría un amigo mío.


Bien, yo soy una drogadicta de la felicidad. Sé que esta droga crea dependencia, y que cuando no la tengo sufro un síndrome de abstinencia de locura (un mono del tamaño de King Kong). Bien… ¿y qué más da?


Cuando soy feliz, esta felicidad suele depender en una gran medida de otra u otras personas, así que soy consciente de que camino sobre la cuerda floja. Como ese estado de ánimo no se sustenta en mí, tarde o temprano me tambaleo (o me hacen tambalear) y caigo. La caída a ese pozo oscuro de la infelicidad suele ser larga y jodida dependiendo de la altura a la que he llegado en esa montaña rusa de mis alegrías.


Casi siempre soy consciente de en donde me estoy metiendo, la cantidad de sentimientos que pongo en juego y el riesgo que corro si pierdo. Pero esto no me salva de sufrir cuando me toca sufrir…


En ese pozo de mis sentimientos no quiero oír palabras dulces que me distorsionen lo áspero de mi realidad, no quiero que las noticias malas vayan llegando de poquito a poquito para que mi sufrimiento sea más suave pero más largo, no quiero que se me oculte nada de lo que está por venir… No quiero que me den metadona para que vaya desenganchándome de la felicidad.


Desde el fondo de ese agujero, prefiero mirar hacía arriba, hacía la luz, aunque ésta esté muy lejana sabiendo cual es la realidad. No quiero que la metadona me enturbie esa visión de la verdad y me haga creer que la luz y la salida están más cerca de lo que están. Y si la salida está lejos y el camino es largo, da igual: para esto también “hay más tiempo que vida”.

Espero verte pronto...

Espero verte pronto...